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martes, 10 de febrero de 2009

Desnudo en el último andén


Relato escrito por CMB.

Señores pasajeros, estamos llegando a la última estación del trayecto. Agradecemos su confianza en nuestra línea de ferrocarriles"
¿Cómo? ¿Última estación? ¿Y ahora qué? El aviso de megafonía había desconcertado a Mario. Miró a su alrededor y no era el único. Aunque algunos pasajeros recogían sus cosas y se preparaban con naturalidad para abandonar el vagón, otros se miraban entre sí entre atónitos y asustados.
Mario llevaba tanto tiempo viajando que ya ni siquiera recordaba cómo era la vida más allá de aquel tren. S mundo se reducía a ese vagón, a sus compañeros de viaje. Se encontraba a gusto allí, viendo la vida a través del cristal, viendo pasar pueblos, montañas, ríos e incluso animales desde la comodidad de su asiento y la seguridad que daba el vidrio de por medio.
Después de tanto tiempo, aquel era su pequeño universo, donde se movía como pez en el agua. Compartía algunos momentos con sus compañeros de viaje, hablaban, jugaban a diferentes juegos, hacían excursiones esporádicas a otros vagones. Alguna vez tocaba una amarga despedida cuando uno de ellos llegaba a su estación.
¿Y ahora? Se veía obligado a salir del tren. Su pequeño universo había llegado a su fin. Debería hacer frente a los peligros del mundo exterior, a la suciedad, a los gérmenes, a las plantas, a los animales, a las inclemencias del tiempo... no sabía si iba a estar preparado para ello. Enfiló la puerta de salida lentamente, como quien se va sin querer irse, como quien suelta la mano de un ser querido al despedirse, poco a poco, arrastrándose...
Alcanzó a ver una estación antigua, de piedra, no muy bien conservada. Ya eran bastantes los pasajeros que habían descendido y paseaban casi a ciegas por el andén, sin saber muy bien qué hacer. Ya no había marcha atrás y Mario dió el salto definitivo para bajar de las escaleras del vagón a tierra firme. Le sorprendió la fuerza del sol atacando su cara. A la izquierda de la pequeña estación se extendía una arboleda cuyo verdor agradecía la lluvia de los últimos días. A la derecha, se alargaba una carretera que parecía no tener fin.
Mario observaba un paisaje mil veces visto, pero esta vez, con ojos diferentes. Y el tren empezó a moverse. Se marchaba. Poco a poco, aumentando la velocidad, descubriendo tras de sí un camino de tierra rodeado de árboles, zigzagueante. Pero los ojos de Mario no seguían el camino, sino el tren que se le iba. Mientras él se quedaba allí en el andén, frágil, fuera de su lugar, desnudo ante un mundo nuevo.
- ¿Qué vas a hacer?
La pregunta lo sobresaltó. Era una voz conocida. Se giró e identificó a Laura, una de sus compañeras de vagón, junto a Jaime, su novio.
- No sé, ¿y ustedes?
- Pues vamos a caminar por la carretera, quizá pronto pase un coche y nos pueda recoger. - afirmó Jaime sin mucho convencimiento.
- ¿Que van a hacer los demás?
- Algunos iban a adentrarse en el bosque. Dicen que hay un arroyo y que no es difícil encontrar comida. Otros van a seguir el camino con la esperanza de que llegue a algún lugar habitado.
¿Algún lugar habitado? Habitado por desconocidos del mundo exterior. Que han estado toda la vida expuestos a él. Con sus extrañas formas de comportarse. No, definitivamente, no era la opción que más ilusionaba a Mario. Pero el bosque era peligroso. ¿El agua del arroyo sería potable? ¿A qué tipo de comida se referían? Quizá hubiera animales salvajes...
- ¿Vienes con nosotros o no? - Jaime interrumpió sus pensamientos.
- Creo que no. Con el calor que hace, caminar por la carretera sin ninguna certeza... ¿y si no pasa ningún coche? Creo que buscaré otra solución. Que les vaya bien.
Se despidió de sus ex compañeros y vio cómo se marchaban. No eran los únicos. La mayoría de los viajantes habían tomado ya alguno de los caminos. Sin embargo, un pequeño grupo seguía en el andén, sin saber qué hacer. Enfrentados a ese peligroso mundo más allá de los cristales.
De repente Mario vio como todos se quedaban quietos, callados. Como atentos a algo que estaba ocurriendo. Entonces fue cuando lo oyó. Era un ruido muy familiar, que iba in crescendo. ¡Se acercaba un tren!
Estaban salvados. Agunos empezaron a gritar, a saltar de alegría. Otros, más comedidos, simplemente sonrieron. Alguno incluso rompió a llorar, soltando todo el miedo que tenía acumulado. El tren se detuvo en el andén y todos se apelotonaron en las puertas para entrar. Mario, por supuesto, el primero de ellos. Se sintió enormemente aliviado y reconfortado al tomar asiento. Sentía que lo volvía a controlar todo.
Echó un vistazo atrás por la ventana y vio a Laura y Jaime alejándose por la carretera. Lamentó perderlos, pero la vida allí fuera era demasiado peligrosa. El tren empezó a caminar y Mario pudo observar condescendiente a los que paseaban por el camino de tierra. A aquellos ilusionados que se adentraban en el bosque. "Pobrecillos", pensó con compasión mientras el tren avanzaba y los dejaba atrás.

Extraído de: http://lasectafriends.blogspot.com/2009/01/desnudo-en-el-ltimo-andn.html

3 comentarios:

R. V. dijo...

Relato escrito por CMB en La Secta. Agradecemos la gentileza del escritor y animamos a todos los lectores de La Fortaleza de los Saberes a escribir historias, aquí tendrán su espacio.
Saludos.

CMB dijo...

Jaja, gracias por darle un espacio a este engendro, jeje. Espero que les guste a tus lectores. Un saludo.

Ico dijo...

Pues ha mi me ha sorprendido gratamente. Es dificil escribir sugeriendo cómo lo haces un mundo adverso,quizá un futuro no muy lejano donde el mundo exterior sea un peligro. Me gustó la metáfora del tren para describir esto y el ambiente que describes. Te animo a publicar más.
Un saludo
laprofesorachiflada