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sábado, 20 de octubre de 2007

El crimen de Cuenca: Una doble injusticia.

Hay mucha gente que se piensa que las injusticias de los poderes reinantes son cosa del pasado, que nosotros vivimos en un estado de continua felicidad, donde nada nos impide hacer lo que queramos. Estas dos injusticias que narro a continuación, son del pasado sí, incluso una de un pasado muy lejano, pero yo creo que son tremendamente vigentes.

Año 1910, en la tranquila Cuenca de la época, concretamente entre los términos de Osa de la Vega y Tresjuncos (tradicionalmente peleadas porque Tresjuncos era de mayoría conservadora, mientras que Osa de la Vega lo era de izquierda, pero eso es otra historia) se denuncia la desaparición de José María Grimaldos, alias "el cepa" por parte de su madre, quien dice que lo asesinaron, incluso da los nombres de Gregorio Valero y León Sánchez como sus asesinos. Resulta que tanto Gregorio como León trabajaban al igual que "el cepa" en la finca de Francisco Antonio Ruiz y estaban continuamente burlándose de él, de cuyas burlas la interpretación de la madre es que le tenían envidia y que le querían robar el dinero que acababa de cobrar Grimaldos de la venta de unas ovejas.

La acusación de la madre no es suficiente y los pesquisidores no encuentran pruebas para acusarle, siendo el caso sobreseido en 1911. Dos años después, tras la insistencia de la familia de Grimaldos, y coincidiendo con la llegada al juzgado de Belmonte de Emilio Isasa Echenique, son de nuevo encarcelados. Aquí habría que destacar la aportación de Contreras, cacique de la zona y diputado por los Conservadores, que presiona mucho para que se vuelvan a detener a León y Gregorio. Esta vez son torturados de una manera vil y cruel hasta el punto de confesar el delito que no habían cometido y desconfiar el uno del otro. Finalmente en 1918 el juicio los condena a 18 años de prisión, tras haber sido auto inculpados por consejo de sus abogados.

El 4 de julio de 1925 salen de la cárcel tras haber cumplido más de 12 años en total de condena y tras haber sido indultados. Pero no acabaría ahí la cosa. El cuerpo del asesinado, nunca apareció y en febrero de 1926 llegó una carta de la parroquia de Mira de la Sierra, localidad cercana al párroco de Tresjuncos, en la que se pedía la partida de bautismo porque quería contraer matrimonio. El asustado párroco de Tresjuncos fue a pedir consejo a Contreras, que le dijo que no dijera nada. Sin embargo se aceleró todo pues José María visitó Tresjuncos pues estaba impaciente para obtener su partida de bautismo y fue detenido. Luego la sentencia sobre los dos amigos injustamente acusados, fue anulada, pero los que los condenaron no cumplieron condena pues la mayoría de los cargos eran muy viejos y otros murieron. Gregorio y León terminaron sus días en Madrid en puestos de trabajo cedidos por el Ayuntamiento.

Por otra parte, corría el año 1979, recién nacida la democracia. Entonces una joven cineasta llamada Pilar Miró, autora de una sola película anteriormente, decide dirigir una película llamada "El Crimen de Cuenca". El gobierno de la UCD tenía miedo a lo que podían pensar los poderes militares y puso la película en manos del poder militar. Fue censurada, incluso Pilar Miró fue juzgada en un juicio militar. La película no se exhibió hasta 1981 y a pesar de eso y de que fue calificada como película S, fue vista por casi dos millones de espectadores.

Dos injusticias nacidas a raíz de una misma injusticia. Y las dos muy vigentes. En cuanto al caso real, hoy en día vemos lo que pasa en Guantánamo, en Abu Grahib, etc, y supuestamente en países con gobiernos más desarrollados que la viciada España de la Restauración. Y en la censura de la película, no olvidemos que en 1979 ya estaba en vigencia nuestra constitución, la Constitución de 1978 y fue un claro paso atrás en la pretendida democracia que hoy en día impera. Hay que decir, como punto de justicia, que Pilar Miró pasó posteriormente de censurada a censuradora cuando ocupaba la dirección de TVE, colocando a sus amigos en el ente público y descartando grandes series como "La Huella del Crimen", hecho que todavía irrita a Pedro Costa, director de la serie. Es un ejemplo más de que nunca hay que perder la memoria.